«Nacionalizar» o Kirchnerizar la prensa en Argentina

Cuando se habla de «nacionalizar», y más si lo que está en juego es la prensa o los medios de comunicación en general, me parece que lo que pretende decir la señora Fernández de Kirchner está muy cerca de lo que dice y hace el señor Hugo Chávez en Venezuela. No quiere decir «argentinizar», sino más bien «kirchnerizar»

En esto no hay matices con pretensiones de apariencias más o menos semánticas: nacionalizar, hoy por hoy, quiere decir acatar, y presentar acríticamente como el único benéfico para la sociedad, el punto de vista del gobierno de turno. Es decir, «nacionalizar» es un planteamiento totalitario, más que democrático.

Confieso que no entiendo bien a la presidente argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Hoy ha dicho que habría que nacionalizar los medios para que defiendan los intereses del país. Aquí en Página 12 y aquí en Clarín.

sería importante nacionalizar, no estatizar, los medios de comunicación para que adquieran conciencia nacional y defiendan los intereses del país, no los del Gobierno

Se entiende por nacionalizar, en idioma castellano y también en términos políticos, hacerlos argentinos. Eso significaría argentinizar Canal 9 (capitales mexicanos) y Telefé (españoles).

Jeremy Littau: La historia de los mineros chilenos, ¿fracaso del periodismo?

Entiendo que lo que Jeremy Littau dice («Chile is a story about journalism’s failure») y lo que recoge de otros acerca del periodismo a propósito del rescate de los mineros chilenos tiene sentido. Pero hay que ver qué razones aduce para decirlo.

La historia del rescate -en efecto- es una «estupenda noticia acerca de la perseverancia, la ingenuidad, el trabajo conjunto y el triunfo». Aunque no sé bien qué trata de referir al mencionar la «ingenuidad», tampoco es momento de discutirlo.

Pero también hay que considerar -desde una perspectiva prfoesional- el dispendio de medios humanos y técnicos por parte de periódicos y sobre todo televisiones de todo el mundo en la cobertura del feliz evento.

En momentos de crisis, el dispendio y la desproporción es llamativa, a no ser que se trate de lograr el efecto emocional que permite a lectores, oyentes y espectadores quedar atentos en espera de novedades, mientras pasa la publicidad… que financia el dispendio.

Por eso, parece muy acertada la observación de Littau: el público no piensa acerca de los recursos humanos y técnicos (sean muchos o pocos, de alta o baja calidad y valía) que están en juego cuando «consume periodismo». Sólo está atento a lo que tiene delante…

No sé si a esta situación se la puede calificar -como Littau hace- de «journalism’s failure». Más que de fracaso, entiendo que antes hay que hablar de patología.

Jay Rosen, as usual, beat me to the punch with his thoughts this morning on the Chile mine story. This is why I tweet more than I blog; sometimes you just say it and fill in the gaps later. I did a bit of mini-ranting last night, at least. Anyhow, Rosen:

A big story and a great story, but does 1300 journalists covering the Chilean miners have anything to do with reality?

I’ve been mulling this post for a few days and have wrestled with the cadence. I don’t do the curmudgeon thing very well, but this story has me feeling really, really cranky.

The Chile miners story is a wonderful news story about perserverence, ingenuity, working together, and triumph. That is what most of the world is seeing, and I know a lot of us have been hoping for a safe rescue. But this story depresses me.

I see a story about journalism. To know that 1300 journalists have descended on this mining town to cover a worldwide story is a little disconcerting in an era of closed foreign bureaus and budget cutbacks. Many might question that thought given the intense interest in the story; my Twitter and Facebook feeds were lit up last night as the first miner descended ascended up the 2000-foot shaft. But the public doesn’t think in terms of resources when it consumes journalism; it only has what it has in front of it.

Miedo en Chile a que el rescate y el post-rescate de los mineros se convierta en un «reality show»

Tiene toda la razón del mundo Susana Reinoso cuando recoge en su blog el miedo que detecta en Chile a que los mineros se conviertan en involuntarias estrellas de un «reality show», y no dispongan de intimidad para con sus familias.

Y no puedan o sepan o quieran salir de su papel de personajes, es decir, de mineros sepultados vivos durante muchos meses y rescatados (Dios lo quiera) en las próximas horas.

Serán muchos los intereses dinerarios en juego para los medios de comunicación en su vertiente empresarial, más o menos voraz y desinteresada de la dignidad de las personas. Me refiero a las empresas editoriales de diarios, revistas y libros, a las productoras de cine y televisión, a las participaciones en emisiones en directo, a la venta de los derechos de imagen, etc. Eso es lo que les espera a la salida, tras las emociones familiares y las atenciones políticas, empresariales, sanitarias, y el merchandising y el product placemente ya iniciado con su infortunio.

Esperemos que no haya desaprensivos que les inventes historias y reclamaciones para salir en los medios y en los juzgados y sacar (los desaprensivos) un buen porcentaje de tratar una parte de dolor y esperanza de su vida, que ya es sustancia de su misma vita personal y familiar, en mera mercancía de elegante barraca impresa o audiovisual que por un tiempo alimente la curiosidad y el morbo de no pocos consumidores mediáticos…

 Pese a haber alentado el ojo de la opinión pública mundial sobre la trágica historia de los mineros chilenos, en el gobierno de Sebastián Piñera hay preocupación ante la posibilidad que el rescate se convierta en un «reality show». Y que el show sea más importante que el resguardo de la intimidad de los rescatados.

Ya no hay como detener a la poderosa maquinaria mediática global que anhela introducir sus lentes digitales por los ductos de los que se espera que salgan los hombres atrapados. Y hasta la TV chilena le ha expuesto a Piñera su preocupación ante la llegada de Don Francisco, un conductor televisivo chileno radicado en Miami y famoso en su país, que llegará a la Mina San José a transmitir el rescate de la mano de Cecilia Bolocco, ex Miss Universo, ex conductora de la CNN chilena y ex mujer del  ex presidente argentino Carlos Menem.

Las principales productoras audiovisuales internacionales y los grandes grupos editoriales, en busca de emociones cada vez más fuertes, se acomodan en la pole position para arrancarle a los 33 la firma de contratos que jamás soñaron.

Y hasta es posible que algún osado esté pensando en construir una cueva en las entrañas de la Tierra para meter a varios famosos por unos miles de dólares y transmitir las 24 horas con abundante PNT (Publicidad No Tradicional que va dentro de una emisión). (…)

Pese al empeño de los ministros de Minería, Laurence Golborne, y el de Salud,  Jaime Mañalich, por evitar que el rescate se convierta en un reality, el riesgo es alto y quizá inevitable.  

via abc.es

233grados: sobre periodistas que hacen publicidad

En una profesión tan castigada por la opinión pública como la periodística existe un gremio de profesionales de la información que además de gozar de una buena reputación no dudan en explotar este filón para vender cuentas bancarias o marcas de champú: son los presentadores de informativos. Populares en el salón de casa y denostados a veces dentro de la profesión, su figura se ha convertido en un activo muy reclamado por anunciantes que desean asociar su marca a una fuente de credibilidad.

La FAPE, asociación que reúne a más de 20.000 comunicadores en nuestro país, no ve con buenos ojos estos vínculos. Considera que los periodistas que hacen anuncios publicitarios con ánimo de lucro juegan con su autoridad y dañan el prestigio del resto de compañeros.

No está de más que se hable de «profesión castigada por la opinión pública», aunque el corporativismo tienda a que no esté tan «castigada por la opinión publicada» en los mismos medios. Bienvenida sea la autocrítica que evita no pocas patologías.